miércoles, 13 de diciembre de 2006

NO TENGO TIEMPO II - por Marcelo Meza


NO TENGO TIEMPO II

"No tengo tiempo" se ha dicho y suena a muerte. Porque el tiempo no es tenencia, ni las horas: el merecimiento de nuestro esfuerzo.
“Tiempo” es un regalo y la tarea concibe solo su administración. Si se falla en eso: se falla en todo. En tanto si lo regalado no podemos cuidarlo (y capitalizarlo) (lo mejor de las cronopias) entonces estamos perdidos.
“No tengo tiempo” es una desgracia, una puteada, sin embargo, parece una frase mágica. No lo es. Es veneno porque mata. Esta diciendo que el otro no vale ni siquiera un momento de atención. Al menos una puteada es clara y directa, violenta y desprejuiciada. “No tengo tiempo” es el peor insulto en francés.

El tiempo es inasible, no se lo puede tener. No somos tan dioses como para manipularlo, de lo contrario seríamos eternos o no seríamos. Pero hoy, desde la gran ciudad de Latinoamérica, nace la frase que todo lo determina, que todo lo justifica y que pinta de cuerpo entero a la desgracia en lo que se ha transformado el “hombre Light”. El hombre dietético para nada, o quizás libre de colesterol y de todo lo importante.“No tengo tiempo” es peor que la guillotina inglesa, que la cruz romana, que la cámara de gas nazi y que las malditas guerras de guerrillas. Dije que es peor porque es cobarde, fiel a este tiempo engañoso y confuso. No hay mayor cotización que la mentira disfrazada de engaño. Todos la beben, todos la comen y se les agusanan los labios y la lengua. Caen, caen y no dejan de caer las victimas del "notengotiempismo". Es fruto de seres irresponsables. Es esencia de toda ignorancia. Es cortarle las manos a todas las madres, los pechos a toda doncella y la virginidad a los niños. La muerte tiene como apodo: "No tengo tiempo". Seguro que su diatriba final será: "No hay más tiempo".

Su risa macabra, su carcajada hedionda resonará en los huesos de los que se achicaron los relojes. No es una cuestión de orden, solamente, sino que se trata de un estilo de vida, de una calidad. No se pierde el día de un día para el otro. Es cosa de horas, semanas y años. De a poco se pierde la noción de perspectiva y nos hundimos en la resaca de: "todo es lo mismo". Si todo es igual entonces, nada vale la pena. Por lo tanto, nunca jamás tendré tiempo ni respeto, ni alma ni deseo, ni vida para nada y para nadie.

Puede suponerse que solo se trata de la agresión de una novia molesta, de un marido celoso, de una cuñada en celos o de un padre guardabosque, ya que el "No tener tiempo" presupone "tener tiempo para otros". Malas noticias. "No tengo tiempo" es tan tonto y tan ignorante, que imita al perro enfermo y trastornado, ese que corre mordiéndose la cola. El perro nunca tendrá tiempo y morirá en un intento inútil y frustrante, sin fin. Así es nuestro amigo ocupado, nuestra querida "sin tiempo". No es desorden ni desorganización, ni siquiera será inoperancia su problema. Carece de temperancia y el diccionario es amplio y generoso al respecto. Prefiero el engaño en pleno día, que me provoquen ira, que menosprecien mi persona. La traición a la confianza antes de escupirme: "No tengo tiempo". Porque cada vez que lo dicen con tanta liviandad no solo me matan sino que me están ignorando, le están diciendo al mundo que soy un espejismo y que nunca existí. Por cierto eso es peor que ser asesinado.


El que gana que siga ganando, el se libere que siga libre, el que alcanza que festeje, el que ame: que lo siga haciendo. No hay peor cosa que ser "a medias". Medio basura y medio bondad no significan nada. No se puede ser agua y aceite a la vez. "No tengo tiempo" no es equilibrio: es la tibieza que tiene como fin el vómito de todos.
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Marcelo Meza - febrero de 2005- Derecho reservados© 2006

LA ARGENTINA INSOLENTE - Dr. Mario A.. Rosen



LA ARGENTINA INSOLENTE

En mi casa me enseñaron bien, pero todo estaba mal.

Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.

Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.

Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá".

Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa. No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.

Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si lo prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.

Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran "lavarse las manos antes de sentarse a la mesa" o "escuchar cuando los mayores hablan". Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera. Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente. La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental.

No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible. El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor, y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto, las travesuras no eran acumulativas.

Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir. Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no.

Me enseñaron bien, pero estaba todo mal.

Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había "travesuras" sin "castigo", y una enorme cantidad de "reglas" que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un bolu.. si me lo permite).

El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: la impunidad. ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.

Le explicaré: Justicia, porque "el que las hace las paga".
Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo. Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato. Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa. Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué.

Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara.

En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:

Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable. Y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar. Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó. La INSOLENCIA.

Usted puede romper una regla, es su riesgo, pero si alguien le llama la atención, o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable .

Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio. El mal de los argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:

-Pretender saberlo todo
-Tener razón hasta morir
- No escuchar
-Tú me importas, solamente si me sirves.

La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo, cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar.

Léalo otra vez, porque parece mentira. Así nos vamos a quedar sin trabajo todos. Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante. Bueno, y así están las cosas.

Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? ¿Sí? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas? Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos: ¿Por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar: PORQUE ES MÁS CÓMODO.

Y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso, y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas. Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros.

1. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura.

2. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre.

3. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.

4. Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.

5. Si es un automovilista respete los semáforos, y respete los derechos del peatón.

6. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.

Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada. Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa. Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío. Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo.

Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento. ¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE? Espero no haber sido insolente. En ese caso, disculpe.

(¿Sería muy insolente si les pido que lo reenvíen?)

Dr. Mario A.. Rosen

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El Dr. Mario A.. Rosen es médico, educador, escritor, y empresario exitoso. Tiene 63 años. Socio fundador de
    Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados. Desde hace 15 años coordina grupos de
    entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto. Ha coordinado estos cursos en Neuquén, Córdoba,
    Tucumán, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y en Centro América. Médico residente y Becario en Investigación
    clínica del Consejo Nacional de Residencias Médicas (UBA). Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias
    Médicas al mejor trabajo de investigación (UBA). Concurrió a cursos de perfeccionamiento y actualización en
    conducta humana en EEUU y Europa. Invitado a coordinar cursos de motivación en Amway y Essen Argentina,
    Dealers de Movicom Bellsouth, EPSA, Alico Seguros, Nature, Laboratorios Parke Davis, Melaleuka Argentina, BASF.)

jueves, 16 de noviembre de 2006

Nunca más - Impresiones de antioquia IX - Edición especial




IMPRESIONES DE ANTIOQUIA IX – EDICIÓN ESPECIAL

Nunca más

-A 30 años del golpe militar en argentina.
Una memoria de la Latinoamérica sangrante -


24 de marzo de 1976 – 24 de marzo de 2006


_______________________________Por Marcelo Meza

El “Nunca más” es el libro que escribiera el maestro Don Ernesto Sábato para denunciar la muerte y el asesinato arbitrario (si es que tiene otro estado) de aquellos que crearon un estado extremista en donde nadie podía vivir libremente, sufriendo el oprobio a costa de unos dementes, esto es: la junta militar.

Leo una nota de la revista “Número”, en la edición N° 47, Alvaro Restrepo* escribe su “carta oscura”, dice: “Prefiriamo morire in un mondo de famme anzi che in mondo di noia”. (Preferimos morir en un mundo de hambre que en un mundo de aburrimiento”) rezaba un graffitti en la estación de tren de Pisa en Italia en el año 1974.
Alvaro nos cuenta y le cuenta a su amiga periodista Francesa: Marie France Charlotte Delieuvin, un estudio que había hecho sobre los dos extremos de un mismo problema. “Unos mueren de aburrimiento en el confort y otros de hambre y desidia”. Europa y Francia hundida en el suicidio “por aburrimiento” y Colombia en la miseria del hambre y la desesperación, y el asesinato a la orden de La virgen de los sicarios (LVS)(1) El personaje de escritor se estaba (este paréntesis tiene sentido porque acabo de hacer una pausa acerca de un documental del juicio a las juntas. Al final decía que los ex secuestrados, muy pocos, hoy llevan una vida normal, desarrollados en sus profesiones y esta me llevo a las lágrimas, en resumen verdadero de justicia y de la esperanza tan anhelada) acostumbrando al asesinato y la muerte porque había perdido toda esperanza en su vida. ¿Será que nosotros también? ¿Será que recordar el dolor nos lastima inútilmente? No lo sé. Lo que me duele es lo que leo en un graffitti cercano a la estación de tren, en la capital federal, en Constitución o mejor conocida como “prostitución”: “Nuestros sueños no entran en sus urnas” Y entonces ¿Qué nos queda? ¿Anarquía? ¿Sistemas independientes y organizaciones barriales? Tampoco lo sé.

Hay una denuncia, un no callarse más. Ya nos mataron y torturaron. Nunca más el silencio. Nunca más el olvido. En algunos aspectos, quizás, estas democracias vergonzosas y demagogas hasta la risotada quizás nos traigan algunos problemas importantes pero, al fin de cuentas, “estamos en libertad” de “elegir”, cada tanto, que las cosas cambien en las urnas. Nadie, ningún hermano en toda América puede estar tranquilo – aunque la economía de su país mejore momentáneamente- mientras sepa que hay uno de los suyos pasando hambre, sin capacidad de estudiar por la debilidad. Generaciones enteras que se prostituyen porque no encuentran soluciones. Jóvenes que se van afueran habiendo perdido toda esperanza en su propia tierra. Dice muy triste Restrepo: “hambre física Vs. hambre espiritual”. Y agrega en otro párrafo: “A Colombia la enloqueció el desamor de sus propios hijos”. (Después de leer esto no pude dejar de llorar)

Los asesinos mataron la carne pero no han podido con los sueños. ¿Hasta cuando seguirá Latinoamérica desunida? No creo que divididos lleguemos a ninguna parte. Veía la barbarie en LVS donde podía verse nuestra historia y la de todos los pueblos que hemos sufrido el mismo flagelo. Es nuestra historia a través de la historia. 30.000 muertos y desaparecidos en la argentina bajo la dictadura. En la Chile de Allende volaron una generación entera, toda una generación. Hoy los documentos fueron abiertos y documentales de la BBC nos dicen que EE UU apoyaron y financiaron estos golpes. Sólo para derrocar a Allende dedicaron 2 millones de dólares y han promovido todas y cada una de las dictaduras de Latinoamérica.

Hoy en Chile (presidenta mujer), en argentina, en Bolivia (presidente indígena), en Uruguay, en Brasil y en Venezuela se respira un aire menos pesado que antaño, solo menos pesado. Reina la esperanza y la confusión. Son momentos históricos para esta región del mundo. Este momento en Colombia también lo es. Volviendo a LVS, hay una frase que le decía el personaje de escritor a su amante pelao: “Te pondría una empresa para vos (contaba con una herencia) pero acá no te dejan trabajar”. Si algo vi en Medellín fue eso: trabajo, gente trabajando. Esto no significa que no haya desempleo ni pobreza, sólo digo lo que vi. Y en la medida en la que el pueblo pueda desarrolarse puede crecer y creer. Otra cosa maravillosa que vi es la gran movida cultural. El libro en Cartagena, el encuentro de teatro ahora en Bogotá y sigue la lista. Me parece grandiosa esa resistencia artística. Democracia no significa conformismo ni conformidad sino todo lo contrario. Denuncia, respeto, lucha, renuncia y resistencia.

Las dos puntas del mismo problema de Restrepo son las dos puntas entre Argentina y España. Una España floreciente y rica, con grandes problemas sociales, de droga, de caída de valores, donde todo es comprado con dinero. Argentina e la pobreza, la desigualdad, donde los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Donde nos la pasamos riendo de nosotros como una anestesia local pero sin antibióticos a la vista. Argentina la inteligente, pero ¿para qué? (Paraguayo)

La nota de Restrepo es tan dura y tremenda que no me animo a reproducirla pero sería interesante que todos la leyéramos. Así como el “Nunca más”.

Hablo con mis mayores y muchos que tienen las heridas abiertas me piden un calmante. No lo tengo. Mi generación bastarda no tiene nada, sólo se imagina una idea, un sueño, un futuro, una forma desenfocada de la alegría y con eso vivimos. Nuestra educación empezó con trompazos en la boca en un letargo de autoritarismo atroz. Con mucha suerte más que futuro algunos hemos llegado con la fortuna de una formación. Hemos estudiado, eso sí. Y aprendimos que algo, alguito, se puede cambiar. Y que podemos cambiar, evolucionar nosotros. Mejorarnos sin quedarnos quietos ni de brazos cruzados.

“Canta conmigo, canta
hermano Americano,
libera tu esperanza
con un grito en la voz”

Le digo a mis mayores que si algo bueno hemos aprendido es a recuperar la memoria. Sin memoria estamos perdidos. Recordar nos hace equivocarnos menos, o al menos tener parámetros para tratar.

Nosotros los jóvenes, los que somos dueños del presente debemos hacer algo bueno, algo mejor. Dar lo mejor de nosotros. Al menos escribirlos en un papel, decirlo a los amigos y al mundo: “Acá, en mi casa latinoamericana ha sucedido esto”. Sin partidismos hipócritas, sin pérdidas de tiempo. Con la cabeza en alto. Y si el golpe viene que sea defendiendo nuestra justicia, nuestros valores y nuestros sueños.
Nunca más el horror, nunca más la barbarie, nunca más olvidar.


Algo de luz – segunda parte
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Estamos llamados a dar soluciones o algo de luz.

No palabras: hechos. (Res non verba)

Restrepo le dice a su amiga Francesa:

“Mi querida Carlota, en el hambre de mi país y en el aburrimiento del tuyo, tendremos que encontrar las respuestas a tanta muerte inútil. Las claves quizás residan en las cimas de tu sofisticada civilización o en los meandros de la desmesura de nuestra barbarie...
...Colombia es una despensa infinita de recursos naturales para su gente y las gentes del mundo: un territorio fértil, diverso, exuberante y pródigo, que por el hecho de estar repartido entre unas poquísimas manos, tiene condenado a la miseria a más del 70 % de su población: ignorancia, violencia, insalubridad, trashumancia, indignidad. Un país desamado (desalmado) y vejado desde su descubrimiento, conquista, colonia y fundación (parece que estuviera hablando de argentina, es increíble) Un país que nació sangrando, que vive sangrando y me temo morirá sangrando”.
“Esta sombría carta que te escribo, Marie France, me la escribo en realidad a mi mismo, creyendo (o deseando) que, al poner en blanco y negro estas dudas y preguntas, voy a entender lo que nos pasa o al menos voy a desembuchar esta tristeza, esta desazón y esta rabia que por momento me obsesionan y paralizan...”

“... A veces creo que simplemente debemos seguir haciendo lo que estamos haciendo... A veces siento que llorar nos hace bien y aveces sé que, aunque dejemos de llorar, una gota pertinaz muy adentro, seguirá horadando el tiempo que nos queda – recordándonos que estamos vivos-, mientras lleguemos a ser capaces de desentrañar, como dice en su Apocalipsis, “el plan misterioso de Dios”.

“La única esperanza que nos queda es la convicción de que la naturaleza se está encargando
de ponerlo todo en su sitio, para que el hombre comprenda que esta haciendo mal las cosas. Quizás te sonará a charlatanería agorera y a trompeta de juicio final, pero no en vano nos está enviando a diario – a ricos y a pobres - señales inequívocas de su indignación: huracanes, tsunamis, sidas, vacas locas, ébolas, terremotos, gripas aviarias, y otras plagas (¿las bromas de Dios?) están dando cuenta de nuestra arrogancia, de nuestra inconsciencia pero, por sobre todo, de nuestra falta de amor por los demás, por el mundo y por nosotros mismos”.
Alvaro Restrepo – 3 octubre de 2005

Mis mayores me piden un calmante y no lo tengo. La verdad sola no llega a ninguna parte. De tal forma nos han hecho creer que diciendo, hablando: alcanza y sobra, que lo seguimos haciendo hasta con cierta religiosidad. Nos han engañado. Un mundo de palabras solo genera confusión. Estamos hambrientos de hechos, de buenos ejemplos, de valores vestidos de carne y hueso, de líderes y de pro hombres, seres de buena voluntad, capaces de dar la vida por una causa. ¿Idealistas? Que importan ya los títulos si se pierden las oportunidades para crecer. Si se dejan de lado un talento riquísimo que tiene como don especial a la juventud. Desdeñar esas capacidades es estar ciego del alma. Mis mayores sufren el dolor en carne viva. El dolor está latente. Las heridas no se curan fácilmente. Ni siquiera la justicia alcanza para algo. El daño ha sido hecho. ¿Qué podemos hacer? Mucho. Hay esperanza. Hay vida. Y mientras haya amor por lo nuestro habrá luz en nuestros ojos y en los de nuestros hijos y sus hijos. Es tiempo de construir y de reconstruir. Todo lo valioso cuesta. En los momentos más importantes y bellos de la vida hay lágrimas, dolor y desprendimiento. El dolor nos hace invencibles. Es nuestro patrimonio. Nos esperan grandes empresas de cuño propio. ¿Estaremos a la altura de las circunstancias? No podemos seguir recordando la miseria. Memoria si, pero para que NUNCA MÁS se levanten atrocidades disfrazadas de salvadores. Ni militares ni civiles, ni de derecha ni de izquierda. Ningún ser humano tiene derecho sobre la libertad del otro. Si no olvidamos la historia reciente, si no cerramos los sentidos con cosas como: “no te metás”, “algo habrá hecho”. Si entendemos que sin memoria no somos nada es probable que algo suceda, algo ha de cambiar para siempre.

América latina tiene hombres y mujeres sensibles y capaces de unir sus voluntades. Esto que hablo es la más cruda utopía jamás pensada. Porque vivimos en el mundo de las conveniencias. Donde rige el sol del dinero y la estafa. Donde todo tiene un valor negociable y en el peor de los casos: de mercadeo. En esta confusión de valores y fines se respira, hoy siglo XXI, el caos de la salud espiritual donde es imposible ver lo importante por sobre la urgencia. Me temo que poco a poco nos van cortando las partes, las alas, la sonrisa, de modo que nos sentimos esclavos de una deuda que nunca contraíamos o fue firmada el día que nacimos en el territorio latinoamericano y fuimos mestizaje. Si nos hubieran robado la tierra al menos sería poca la pérdida. Hoy no nos queda nada. Por eso hay que cuidar la cultura, la identidad de nuestros pueblos, es tan caro que nos define frente al mundo. Nuestras músicas, nuestras manifestaciones únicas y verdaderas. Levanto la voz, una copla simbólica en honor de los que sufren y han sufrido, para que este presente valioso sea el principio de una verdadera unión de amistad y de amor por nuestra gente. Es una apelación a los de gran corazón, fuerte voluntad y generosa sensibilidad. Nunca más al horror. ¡No nos

ha ganado la tristeza! ¡Festejemos la vida!

Marce – 24 de marzo de 2006
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*Alvaro Restrepo: Bailarín, coreógrafo, pedagogo y director del colegio del cuerpo de Cartagena de indias”.

1. Hace pocos días tuve la oportunidad de verla. De lo charlado con varios Paisas sobre el tema, la visión de la película me pareció demasiado parcial – como toda película- de todos modos el horror es demasiado doloroso.

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Marcelo Meza - Derechos reservados© 2006

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Cultura Argentina

Queridos amigos sensibles:

No se trata de resignación, todo lo contrario, pero el poder y el dinero lo tienen ellos, el imperio, el fabricante de guerras, la imagen de la Bestia...
Pero, más o menos en la década del 20 (1920) Argentina tenía entre sus talentos a un tipo llamado Carlos Gardel, que hizo lo más loco que te podés imaginar: conquistó el mundo con su canto, su canción lírica de Buenos Aires, le torció el ala al águila del norte y grabó en Universal. Sí, escucharon bien, y con un contrato jugoso.
El tango llegó al mundo después por los grandes, pero si analizamos bien nos hemos infiltrado culturalmente en cada país del globo, ya sea con la música, con el arte plástico, la ciencia (hubo una época de grandes inventos en Argentina, entre ellos la radiofonía), el fútbol, las letras.
Un país rico (ya lo sabemos), con potenciales y talentosos pero agobiado por los diferentes administradores y por la falta de unión de su pueblo, bastante fiaca exceptuando alguna que otra vez.
Se me ocurre (sólo por pensar utopías) no en destruir otras culturas (como han hecho con nuestra música, especialmente el folklore que nos produce tanto asco) sino mostrar lo que sentimos, cómo pensamos y el sabor de nuestra tierra. Podemos hacerlo pero claro, es una locura. ¿Quién tiene las agallas para hacerlo?
A pensar muchachos, a pensar y a estudiar...
que nos come el lobo.
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Marcelo Meza - Derechos reservados © 2006
Artículo publicado en Cancionero.net

Folklore, esa palabra maldita


Depende como usemos el lenguaje serán las comunicaciones y los resultados en las relaciones y en la sociedad. Hay palabras en nuestro querido castellano-argentino que dicen mucho más de lo que se encuentra en los diccionarios. Sin divagar demasiado, podríamos enunciar listas interminables dependiendo de edades, clases sociales, ideología. Sólo a manera de ejemplo citaré la palabra “fiesta”.
El significado para el cumpleañero es distinto que para el que se casa, para el que acaba de perder a un ser querido, un adolescente inclusive (uno de la capital y otro que vive en la puna)
Diferentes personas, diferentes ámbitos, diferentes “fiestas”.
Hay unas cuantas palabras "malditas" en nuestro lenguaje popular, solo me limitaré a una, que tiene relación con mis comentarios de siempre. La palabra es folklore.
¿Es una mala palabra? Veamos...
Me referiré sólo a la música, pues el tema es demasiado extenso. La música popular y de raíz nacional es representativa de culturas, tradiciones y particularidades de un país o región. Cada nación contiene una música que de alguna manera la representa como un decir cultural, habla de su gente. Por lo tanto (al menos en mi parecer) “los folklores” son y serán la música universal también.Desde este punto de vista hay que hacer distinciones entre la música y todo aquello que a la masa se le vende como tal. El cuentito empieza con una música riquísima y pura, llena de sensaciones y de cosmos, pero esta manifestación, por cierto, ha de precisar el alma para ser transmitida, no acepta falsedades ni se conforma con modismos foráneos.
Pronto, algunos vivos lo simplifican todo, incluso aquello que no se puede simplificar.
¿Cómo se comprime una queja, un dolor, enamorarse a la luz de la luna, el llanto de una mujer? ¿Cómo se simplifica la muerte de un hijo, naturaleza humana, el viejo panadero que nos da pan reconociendo en nosotros a un artista? Pero, sin embargo, se simplifican acordes, melodías, ¡rítmicas!, ¡incluso, la mismísima artística y esencia del lenguaje musical! Entonces ese grupo, ese proyecto, “los de por allá...”, tiene “éxito” comercial y hasta popular, todo el mundo tiene sus discos y para colmo esto sucede por décadas.
La pregunta que duele es: ¿Qué ha sucedido, dónde fue a parar la otra música verdadera, la que no le pide nada a nadie, la que no necesita de disfraces para ser, la que no sale a la calle a ser: es de la calle porque es la gente misma? ¿Qué ha sucedido, dónde fueron a parar esos artistas que tienen el lenguaje noble de la cultura, sin ortodoncias fabriles, ni caretas carnavalescas?
Dejo la inquietud a los jóvenes, a los adolescentes que se están interesando por sus raíces, por una Argentina olvidada y tirada al costado, por un país de la cultura floreciente...
Busquen, descubran, abran la boca grande al ver a tantos maestros del arte, a nuestros pensadores y poetas, a nuestros mayores que nos han dejado cultura y amor.
Está vivo. Ellos están, sólo hay que buscarlos, hay que invocar la excelencia e inmediatamente se darán cita todos, a mostrarnos la vida en una canción nuestra, que parece nueva pero no lo es. Es la que nunca debió ocultarse y olvidarse.
Así esta el mundo, así son las cosas y no se trata de menospreciar lo que existe, hay para todos los gustos y ha de tener su valor. Quizás desde la modestia, esté reclamando cierta justicia para los creadores, para los que vienen luchando y que nunca estarán en esos escenarios multitudinarios, que llevan nombres de artistas no homenajeados con el mismo nivel artístico que ellos tenían en vida...
Con tanta cultura foránea, de la buena y de la otra, se ha desdibujado en comparación, a nuestra propia cultura. “Lo otro suena más”, me dicen, y está bien, mucho de lo que está sonando en los escenarios del país tiene buen nivel pero no es la mayoría. Y esto nos lleva al título de esta nota. Folklore en Argentina, es sinónimo para muchas personas, de grasa, de cosa fea, de "caca".
Hasta que un joven de veinte años, harto de buscar donde estudiar FOLKLORE ARGENTINO y no hallar lugares serios y comprometidos salvo raras excepciones, escucha casi de casualidad, en un disco de recopilación personal de León Gieco, una zamba que no parece tal, porque le han dicho que la zamba, la chacarera y el carnavalito es con “rasgueo”, y que la guitarra y el bombo... y tantas otras pavadas... Escucha en esta versión, que más bien diría: el original, de “Maturana” de y por el Mtro. Gustavo Leguizamón, conocido entre los íntimos como: “el cuchi”, supo mostrar hace un tiempo (porque el hombre se nos ha ido hace unos años, era de principios de siglo, no tenía la edad de los chicos de La Renga...) cómo se toca el piano en este lenguaje tan nuestro, cómo se debe cantar lo propio, cuál es la inflexión de la voz, cómo se ataca las consonantes, “el aire”, la respiración, la alegría y la tristeza como amantes, y el espíritu de lo cierto, de la verdad del cantor y del intérprete que es único y personal.
¿Ven la boca abierta, con todo el maxilar extendido de este joven? Y se le ocurren mil preguntas... ¿Y el rasguido? ¿Como se hace un rasguido de zamba en el piano? ¡Y esos acordes...! ¿Se pueden poner? Pero Leguizamón no es un cantor de ópera, es un cantor de folklore y ¡Qué cantor!
Más tarde, el mismo joven se hace preguntas que no tienen respuestas, al menos fáciles de digerir, y piensa ¿Y ese atropello rítmico, como se mide? ¿Se puede bailar? ¿En que está? Yo le digo con mucho cariño... está en el corazón de la gente. Y él no deja de tener la boca abierta porque no puede creer que esa música sea tan antigua, que posea nuestros códigos de lenguaje, hable de nosotros y encima que sea tan de él como de cualquier argentino... eso, ya, le rompe la cabeza.Él está aprendiendo “el saber de la gente”, digo más: el sabor de la gente... ésa es la esencia de nuestra música... muestras hay de sobra...Entonces, les dejo esta inquietud...
¿Cómo hacemos para que al decir Folklore, acá en Argentina, NO sea sinónimo de mala palabra, de insulto y de grasa?
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Marcelo Meza - Derechos reservados© 2006

Airear la Tierra


Después de la cosecha, cuando se ha cumplido el sueño de la semilla, y ha viajado hasta destinos insospechados, después del silencio de manos y máquinas en el campo... se vuelve a empezar. Es tiempo entonces, de pensar en la tierra; el suelo se cansa, se agotan sus nutrientes naturales, luego de un tiempo estimado se descansa.En la antigüedad, donde el campo proveía el pan para unas pocas familias solamente, antes de la comercialización, el suelo era cuidado, se lo oxigenaba... se daba vuelta la tierra. Los habitantes del suelo, sus minerales y todos sus químicos comenzaban a actuar y así se alimentaba la tierra para pensar, ahora sí, en locura de granos y maíz alimentando al hombre de esperanza y de paz. ¿Podemos seguir así, sin descanso? Definitivamente no.En un país tan rico de humanidad, de altos valores (no muy de moda, es cierto), de mirada lejana en horizontes difíciles, sin conformismos, progresista (de progreso, no de capitalismo) hasta el apellido; en una Latinoamérica que pide a gritos unirse para reformularse, hermanarse, nutrirse con lo que somos, no podemos seguir castigándonos con un reloj arbitrario, con el estrés dando vueltas. ¿Cuánto hace que no nos miramos a los ojos?... ¿Y que nos tocamos?... Tiempo de reflexión y de hechos. Por cierto, podemos usar agroquímicos, esencias artificiales de vainilla y hasta hombreras, pero la naturaleza nos ha regalado sus propios remedios. ¿Los vamos a desechar?Pensémonos tierra, aire, sol y agua. Pensémonos cielo, sueño, amor. Y si las palabras son obstáculos, seamos cada vez, cada día, más nosotros mismos sin olvidarnos de los otros, que son el fundamento de toda existencia.A prepararse: el tiempo de siembra está por comenzar.
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Marcelo Meza - Derechos reservados © 2006