Depende como usemos el lenguaje serán las comunicaciones y los resultados en las relaciones y en la sociedad. Hay palabras en nuestro querido castellano-argentino que dicen mucho más de lo que se encuentra en los diccionarios. Sin divagar demasiado, podríamos enunciar listas interminables dependiendo de edades, clases sociales, ideología. Sólo a manera de ejemplo citaré la palabra “fiesta”.
El significado para el cumpleañero es distinto que para el que se casa, para el que acaba de perder a un ser querido, un adolescente inclusive (uno de la capital y otro que vive en la puna)
Diferentes personas, diferentes ámbitos, diferentes “fiestas”.
Hay unas cuantas palabras "malditas" en nuestro lenguaje popular, solo me limitaré a una, que tiene relación con mis comentarios de siempre. La palabra es folklore.
¿Es una mala palabra? Veamos...
Me referiré sólo a la música, pues el tema es demasiado extenso. La música popular y de raíz nacional es representativa de culturas, tradiciones y particularidades de un país o región. Cada nación contiene una música que de alguna manera la representa como un decir cultural, habla de su gente. Por lo tanto (al menos en mi parecer) “los folklores” son y serán la música universal también.Desde este punto de vista hay que hacer distinciones entre la música y todo aquello que a la masa se le vende como tal. El cuentito empieza con una música riquísima y pura, llena de sensaciones y de cosmos, pero esta manifestación, por cierto, ha de precisar el alma para ser transmitida, no acepta falsedades ni se conforma con modismos foráneos.
Pronto, algunos vivos lo simplifican todo, incluso aquello que no se puede simplificar.
¿Cómo se comprime una queja, un dolor, enamorarse a la luz de la luna, el llanto de una mujer? ¿Cómo se simplifica la muerte de un hijo, naturaleza humana, el viejo panadero que nos da pan reconociendo en nosotros a un artista? Pero, sin embargo, se simplifican acordes, melodías, ¡rítmicas!, ¡incluso, la mismísima artística y esencia del lenguaje musical! Entonces ese grupo, ese proyecto, “los de por allá...”, tiene “éxito” comercial y hasta popular, todo el mundo tiene sus discos y para colmo esto sucede por décadas.
La pregunta que duele es: ¿Qué ha sucedido, dónde fue a parar la otra música verdadera, la que no le pide nada a nadie, la que no necesita de disfraces para ser, la que no sale a la calle a ser: es de la calle porque es la gente misma? ¿Qué ha sucedido, dónde fueron a parar esos artistas que tienen el lenguaje noble de la cultura, sin ortodoncias fabriles, ni caretas carnavalescas?
Dejo la inquietud a los jóvenes, a los adolescentes que se están interesando por sus raíces, por una Argentina olvidada y tirada al costado, por un país de la cultura floreciente...
Busquen, descubran, abran la boca grande al ver a tantos maestros del arte, a nuestros pensadores y poetas, a nuestros mayores que nos han dejado cultura y amor.
Está vivo. Ellos están, sólo hay que buscarlos, hay que invocar la excelencia e inmediatamente se darán cita todos, a mostrarnos la vida en una canción nuestra, que parece nueva pero no lo es. Es la que nunca debió ocultarse y olvidarse.
Así esta el mundo, así son las cosas y no se trata de menospreciar lo que existe, hay para todos los gustos y ha de tener su valor. Quizás desde la modestia, esté reclamando cierta justicia para los creadores, para los que vienen luchando y que nunca estarán en esos escenarios multitudinarios, que llevan nombres de artistas no homenajeados con el mismo nivel artístico que ellos tenían en vida...
Con tanta cultura foránea, de la buena y de la otra, se ha desdibujado en comparación, a nuestra propia cultura. “Lo otro suena más”, me dicen, y está bien, mucho de lo que está sonando en los escenarios del país tiene buen nivel pero no es la mayoría. Y esto nos lleva al título de esta nota. Folklore en Argentina, es sinónimo para muchas personas, de grasa, de cosa fea, de "caca".
Hasta que un joven de veinte años, harto de buscar donde estudiar FOLKLORE ARGENTINO y no hallar lugares serios y comprometidos salvo raras excepciones, escucha casi de casualidad, en un disco de recopilación personal de León Gieco, una zamba que no parece tal, porque le han dicho que la zamba, la chacarera y el carnavalito es con “rasgueo”, y que la guitarra y el bombo... y tantas otras pavadas... Escucha en esta versión, que más bien diría: el original, de “Maturana” de y por el Mtro. Gustavo Leguizamón, conocido entre los íntimos como: “el cuchi”, supo mostrar hace un tiempo (porque el hombre se nos ha ido hace unos años, era de principios de siglo, no tenía la edad de los chicos de La Renga...) cómo se toca el piano en este lenguaje tan nuestro, cómo se debe cantar lo propio, cuál es la inflexión de la voz, cómo se ataca las consonantes, “el aire”, la respiración, la alegría y la tristeza como amantes, y el espíritu de lo cierto, de la verdad del cantor y del intérprete que es único y personal.
¿Ven la boca abierta, con todo el maxilar extendido de este joven? Y se le ocurren mil preguntas... ¿Y el rasguido? ¿Como se hace un rasguido de zamba en el piano? ¡Y esos acordes...! ¿Se pueden poner? Pero Leguizamón no es un cantor de ópera, es un cantor de folklore y ¡Qué cantor!
Más tarde, el mismo joven se hace preguntas que no tienen respuestas, al menos fáciles de digerir, y piensa ¿Y ese atropello rítmico, como se mide? ¿Se puede bailar? ¿En que está? Yo le digo con mucho cariño... está en el corazón de la gente. Y él no deja de tener la boca abierta porque no puede creer que esa música sea tan antigua, que posea nuestros códigos de lenguaje, hable de nosotros y encima que sea tan de él como de cualquier argentino... eso, ya, le rompe la cabeza.Él está aprendiendo “el saber de la gente”, digo más: el sabor de la gente... ésa es la esencia de nuestra música... muestras hay de sobra...Entonces, les dejo esta inquietud...
¿Cómo hacemos para que al decir Folklore, acá en Argentina, NO sea sinónimo de mala palabra, de insulto y de grasa?
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Marcelo Meza - Derechos reservados© 2006
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