viernes, 16 de noviembre de 2012

Cuando todo se volvió descartable - Por Flor Temporelli


Somos una generación pasada de vuelta. Pasada de drogas, pero también pasada de pensamiento. La perfección no existe y la muerte está lejos, es vano intentarlo. Una lenta pero segura resignación ha ido creciendo en los corazones de la humanidad, y nosotros no somos más que el golpe de gracia. Los artistas hacen pop porque ya fue, porque música es cualquier cosa, música y arte es pasar el rato hasta que se nos dé por irnos de este mundo, por dolor o por aburrimiento. Vinimos acá a predecir a nuestros padres con la habilidad con la que pasamos videojuegos. Vinimos a este mundo a reírnos de lo que nos ofrece. Hemos venido a intuirlo todo y a descreer de las causas. A ser superficiales y descomprometidos, y por ende, a aburrirnos. Hemos venido a desistir. A decir: ya fue todo.

Vinimos a ser efímeros, camaleónicos, a cambiar nuestra personalidad a cada momento, a decir que las búsquedas épicas son en vano. Porque buscás algo, lo encontrás todo, pero no eso. Y para encontrar cualquier pelotudez me quedo acá, en mi cuarto siempre hay algo que no me acordaba que tenía. Lo aprendimos con la alquimia, lo aprendimos con cosas más dolorosas: quisimos explicar a alguien, y nos enamoramos. Pero no se preocupen, sospechados líderes invisibles, eso no implica una esperanza para nuestra generación. Porque nos da paja enamorarnos. Ya fue enamorarnos.

Vinimos a aceptar el nihilismo como algo natural, preestablecido, obvio. No existe nada, no existo yo, no importa si existo o no, no importa si vos existís o no, ya me voy a enamorar de alguien más. Ya voy a encontrar otro sueño parecido, otro libro, otro videojuego, otro vicio. Otra causa a la que venderle mi cabeza, otra cosa para descartar.

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Flor Temporelli - 2012


Antes del retumbe




Antes de golpear la cacerola vacía,
interesante golpear la puerta del compartir.
Poner el mantel de la amistad, saborear la confianza,
la dignidad empobrecida.
Antes de golpear la cacerola del descontento,
necesario abrazar los derechos
y las obligaciones también, como
hermanados por la tierra,

por el mismo aire y caldo, por el sabor argento.
Me gustaría que antes que retumben las ollas olvidadas
nos miráramos a los ojos para aprender a aceptarnos
y a perdonarnos de una vez por todas.
Digo, que las cacerolas no deben callarse si el pueblo así lo siente,
y que nunca olvide que también hay otras hambres de hombre,
hambres de confianza,
del desarrollo del amor en todas sus formas.
Que hay motivos de enojo y de furia para reclamarnos el asombro perdido,
el abrazo sin peaje,
la gauchada infinita que nos define,
y de tan nuestra se ha ido asustada por la seca miseria.
Que somos nosotros los responsables de la sonrisa y del escarnio.
Imagino un gran cacerolazo del corazón y del entusiasmo,
que renueve la fe y los postergados sueños.
Porque tanto ruido expresado ha de tener mayor elocuencia
que la justificación de meras mezquindades.
Que resuene el pecho si es que nos hemos equivocado,
que se vayan las culpas y elevemos el compromiso de cuidarnos,
de cuidarnos y cuidar al otro que es mío,
es familia, vecino del bosque.
Hasta que no nos enternezcamos de vernos a los ojos
llamándonos por el nombre,
que bajen los dedos índices,
que se vuelvan a nosotros mismos.
Una sociedad sin autocrítica es una familia alienada.
 
Marcelo Meza - nov 2012

viernes, 13 de julio de 2012

Saludos y poesía / Columna "Miradas" 2 - Por Lili Oster

Saludos y poesía

Hola compañeros y a todos los que vendrán.

Sé que dos personas leyeron mis textitos en la página “Visiones de Cultura” en la sección Miradas escritas por Lili Oster (que vengo a ser yo).

El primer comentario me lo hizo un señor (cuyo nombre no voy a develar, pero termina con ón) que no se pudo "meter" porque había errores de puntuación. Es verdad, los hubo  (no tantos, che), pero es cierto que faltaba una coma que le cambió todo el sentido a la oración. Mi  apuro por mandar sin corregir me traicionó. Pido disculpas y espero que siga leyendo con tanta atención como la primera vez.

El segundo comentario fue más amable. Una señorita me dijo que había viajado leyendo. Y lo mejor es que me dijo que todos los podían leer, que estaba escrito fácil, para que lo entendiera cualquiera. Ese es el objetivo. Cumplido está.

Gracias a los dos. De verdad. Primero por  leer, después por leer profundamente, y pensar y sentir. Nada más espero de mis, por ahora, dos únicos lectores. Atrévanse y lean. Muchas gracias, Lili
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Para vos

                         Ya es tiempo de torrenciar.

Tu voz tiene mucho de vos. Tiene tu sueño 
de un camino sin rumbo, 
donde nos encontremos a la ida o a la vuelta.
O en el medio, por qué no.

En tu pelo suena un viento livianito 
que da vueltas alrededor de si mismo, 
y vuelve remolino.

Otra vez con tus ojos empañados 
detrás del vidrio claro, 
por lo claro de tus ojos, 
que titilan como esos bichitos de luz.
Los veo nítidamente detrás de mis anteojos 
que no necesitan verte a la distancia, 
te ven desde acá mismo.

Siempre tuviste  hambre de ilusiones 
y de nuevas historias para inventar. 
Para que podamos compartirlas 
vos y yo.

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Arte: Albena Vatcheva

jueves, 7 de junio de 2012

Lili Oster - columna: "Miradas"




Presentación

Hola 

Me llamo  Lili  Oster y sólo entiendo que será por su generosidad que el Sr. Marcelo Meza (el  escritor) me deja publicar en su blog.

Yo no soy escritora, sino a lo sumo escribiente.

Cuando era una niña (entonces a los 12 lo éramos) escribí algunos Querido Diario. Un poco mas tarde esos larguísimos monólogos que pretendían con muchas ínfulas ser hasta literatura o poesía.

Quizás algo influída por "nenes" como Neruda, Lorca o Baldomero Fernández Moreno quería contar algo de lo que me pasaba como un problema de todos Pero claro,nadie, ninguno, nunca lo leyó. Eso de "pinta tu aldea y pintarás el mundo" no me fue dado.
Ahora claro parece fácil. Hay internet , todos pueden leer lo que escribimos. Entonces aparecen las preguntas que sólo podrán ustedes los que lean esto y lleguen por supuesto hasta el final.

¿Vale la pena escribir si nadie nos va a leer ?  ¿Le sirve a alguien enterarse de que le otro tiende una mano para que nos juntemos virtualmente? ¿Es la escritura un espacio válido para intercambiar secretos?

Para los que se animen comentarán por acá. Y para los que quieran no ser descubiertos pueden mandarme un mail (lilianaoster@yahoo.com.ar)

Sepan que los estoy esperando. Sepan también que creo firmemente en que un solo lector ya me hace muy feliz. Hasta pronto y muchas gracias.

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Los negros

(Como dicen en las series todo parecido con la realidad es pura coincidencia.)


Los hombres de mi vida siempre fueron negros. Salvo dos. Uno no me merece ni una línea .
El otro si. Nunca había conocido a alguien tan apolíneo, servicial, cálido y un poco estúpido.
Esta última característica, lejos de ser un defecto fue una virtud. Para la época en que vivimos, tan vertiginosa, imprudente y paranoica él aportaba mucha sencillez.Lo consideraban estúpido porque abría la puerta del taxi. o bien en épocas de malaria, daba la mano para bajar del bondi. Regalaba flores porque sí, y siempre tenía a mano algún piropo. Pero como era un caballero estúpido jamás se  permitía decir cosas tales quisiera ser Papá Noél para entrar por tu ventana, Sólo sabía que las chicas (mucho mas rápidas que los hombres) pudiera decirle Gracias, ya tengo niño en el pesebre. No todo eran maravillas. El Rubio tocaba el saxo. Y era capaz de hacerte saltar de la cama sólo porque se le había ocurrido alguna melodía para componer. Igual fue fácil enamorarse de él, pero más fácil dejarlo el día que me quedé sorda y ya no pude escuchar sus caricias.

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Cada vez

Cada vez que tengo un rato y ganas escribo algún textito.
Quizás vale la pena releer la suerte de la fea... Pero no sé, no sé si voy a escribir autobiográfico, que sea en serio, que alguien se reconozca o no, pero que me represente a mí. Si después eso sirve para "ser subido" es otro cantar.

A. está viajando y yo la acompaño lo mas levemente que puedo, tratando de no hacer ruido.
Pero ustedes ya saben. De repente se me cae algo que, por supuesto, genera batifondo.
Entonces me delato. Estoy ahí. Y salen palabras como de la galera de un mago: mami, hermosa, tesorita... Atesoramos amores, recuerdos, tristezas. Quien más, quien menos,  ha juntado monedas, figuritas, viento o arena..

Es muy bueno cuando atesoramos un amor compartido. Porque no está guardado en el placard. Siembra sonrisas entre dos o entre muchos. Yo viajo con sus descripciones, con sus felices creaciones, Yo siento cada movimiento de sus alas y ahí también me reconozco.

A veces, cuando descanso de tanta travesía, lloro un poco y digo en voz bajita cuanto la extraño.

jueves, 9 de febrero de 2012

El Flaco - Por Marcelo Meza




El Flaco


Me dicen las hojas que van al viento que el Duende, el Mago de esta música argenta cósmica se ha ido.  Y promete que se quedará o se irá, según se le antoje al alma sensible del flaco, que es un Luis y que también es un Spinetta. Adónde se va me importa poco, espero, sí, que no haya olvidado el banderín del River Plate de sus amores, ni el mate amargo, a toda velocidad en la nave del capitán Beto. ¿Y a quién le cuento esta tristeza nueva?
¿A quién le lloro este dolor blando y duro a la vez? Que se complota con rabia y risa y lágrimas, porque lo amamos tanto como a un amigo hermanado, como a un maestro papá elegido de grande, maestro de guardapolvo blanco que nos indica la vida por entre las piernas de la poesía.
¿Y qué será de mí, de mis oscuridades musicales, de mis sombras perplejas que no asoman a tus séptimas atómicas?
Yo que fui y soy el alumnito del fondo, que te descubrió tarde, en mi vejez de los trece años... Yo, de la vergüenza de luchar contra todo mi cuerpo por verte, porque siempre temí la sospecha de que el día que te viera iba a desaparecer el mundo conocido o despertar de esta vida de magia tuya contagiada en las travesuras que me permitís con tu folclore fantástico y tierno. Yo, él de la sensible envidia jugosa, de no haberte visto nunca de cerca, me perdí. Entonces se me antoja esta envidia elástica a todos tus seguidores de plata. El Negro lo sabía por eso se adelantó. Sí,  el Negro Jorgito Alali, sí, el poeta, que te amaba tanto o más que nosotros, y cuando digo nosotros me refiero a Ricardo Alali, Vampirí; y a Jorge Rodríguez, el Chueco. Cada uno te alegra lágrimas de flores, porque nos iluminaste para siempre y no nos pediste más que ser nosotros mismos.
¿A quién le canto esta baguala líquida, si ya no escuchan más que fósiles moribundos?

¿Estoy solo en este dolor, en esta ausencia? Porque mi hambre poético viseral y mi sed de amor a tu música y al idioma que se hace lenguaje no cesa, no en este tiempo de brumas y silencios temibles. ¿Adónde voy a encajar ahora? ¿En qué planeta?
Me abuenaste Luis Alberto de la luz. Me creciste un surrealismo capaz de atormentar mis más enajenadas miserias.
Gracias a vos comí la poesía del abrazo y del amor que nos iguala.
Dicen las hojas o el viento sur una canción para los días de la vida que se nutre un poquito de nuestra nostalgia, que nuestros aprendizajes  te hacen sonreír una vez más con tu gorda sonrisa de niño pilusón.
Gracias por decirme estos misterios populares,  por haber estado presente desde antes de toda conciencia  mía, conviviendo en el corazón, que me estoy yendo en la tristeza del amor, silbando pa' dentro tu color y tu manera de sentir la vida en tu acorde invisible y  perfecto.

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Marcelo Meza - Con cariño - 9 de febrero de 2012

miércoles, 1 de febrero de 2012

Una historia de amor - Apuntes sobre la película "Love" de William Eubank - Por Marcelo Meza



Luego de ver la película Love (2011), escrita y dirigida por William Eubank, su poética y la contundencia de los pensamientos que vierte su obra me dejan pensando. Parte de la premisa de que la naturaleza humana, aunque preciosa y creativa, no ha encontrado la manera de desarrollar sus potencialidades constructivas, sino todo lo contrario, tiende siempre hacia la autodestrucción. Quizás sea una visión negativa del hombre, pero no por eso errada. Se me ocurre que no hay forma de parar a este sujeto post moderno. No hay manera de que pare a descansar y pueda pensar y pensarse, su calidad de vida, sus metódicas maneras de excusar su conducta, su condición humana enajenada por esquivas y débiles mecanismos de defensa. En esa vorágine atolondrada, que un sistema mundial se ha encargado de lastimar la más simple de las corduras —manipulando voluntades—, a ser día tras día unos autómatas, obedientes, esclavos clase A, nos han diseñado operarios consumistas de un plan que va en una sola dirección: hacia la destrucción de lo que nos mantiene vivos. Pero de estas cosas no habla la película, esto lo agrego yo, que no acabo de descubrir nada, ya es cultura antigua, solo repito lo súper obvio, pero que en estos días parece arder en los oídos y en las mentes de mis coterráqueos, por molestia o por sarcasmo. Cuando la premisa es “seguir adelante”, “hacer y hacer”,  “no parar”, “el tiempo es oro”, “no tengo tiempo”, entonces,  ¿cómo detener a este sujeto? Con enfermedad, se me ocurre o con aislamiento. Pero si se procurara un plan de bienestar tal, solo sería posible a través de la violencia o del engaño. En V de vendetta se juegan estas cartas, un modismo
neoanarquista, en donde concluye —el hombre de la máscara—, que hay que destruirlo todo y dar de nuevo. Pero su aparente discípula-enamorada no comprende el alcance de sus planes y entonces él le propone con engaño y con violencia volverla víctima necesaria para que pueda vivir en la sangre de la propia experiencia de qué se trata tocar fondo, el dolor descarnado, la muerte en los dedos, como en la soledad de una cárcel y en la soledad de todas las soledades rayanas a la muerte, podría despojarse uno de lo inútil y revestirse por poco tiempo de lo inverosímil. Un juego peligroso que rescata al hombre de sus mismas garras y lo limpia de la verdadera esclavitud. Pero este nuevo anarquista no tiene tiempo para provocar ese camino platónico a todos los mortales y recurre a sus viejas armas: la destrucción total, y total significa morir él mismo, porque está contaminado del viejo mundo de la esclavitud. Muchos creen que exagero, digo que es probable que los que digan esto se encuentren apoltronados detrás de las políticas de turno o al amparo de gracias económicas o simplemente al ser ovejas subordinadas al confort de este tiempo, que por cierto, es groseramente ampuloso. Cabe la reflexión de que en tanto que no nos consideremos esclavos, entonces, despojémonos de la tecnología de la silla, de la mesa, del tenedor y de todo lo electrónico incluso de la energía eléctrica. No podemos. Muchos leerán estas palabras como locura, admito su crudeza, solo me interesa hacer un alto para pensar y pensarnos. ¿No podemos dejarlo todo? ¿No podemos parar? Definamos “esclavitud” entonces. El punto en cuestión es que nos hemos acostumbrado a que la vida sea así, sin cuestionarla, sin pensarla, sin contradecirla. La aceptamos con suma obediencia, luego nos sentimos rebeldes porque desoímos minúsculas cuestiones a nuestros padres. No podemos parar. En esta sociedad líquida parar es morir. No renovarse es morir, estar fuera del sistema de consumo es muerte rápida. Porque no se trata de consumir productos enamorados del tacho de basura, no solo eso, sino que nos hemos transformado en mercancía, en material de venta, de consumo. Ojalá el con-su-mismo fuera una vuelta al mundo interno de cada uno, sería el verdadero paso de la humanidad, la verdadera conquista de un nuevo planeta. No podemos parar. Quizás nadie quiera, ¿con qué objeto? El protagonista de esta película Love se encuentra atrapado en el espacio, en la nave-ciudad internacional. En el aislamiento y en la soledad el espacio. Solo lo acompañan grabaciones de personas que dialogan, recuerdos. La verdadera conexión del hombre con el hombre. Este es el auténtico mensaje de amor que nos propone William Eubank, lo más valioso de la humanidad son esas conexiones persona a persona, conexiones que son relación. Sin eso deviene la locura y el fin de todo lo valioso.
Pero, ¿a quién le interesan estas reflexiones? ¿Al exitoso? ¿Al feliz?

Pienso, de qué manera paramos a este sujeto y lo invitamos a reflexionar sobre lo valores humanos, la necesidad de estar conectados con las demás personas, los afectos, la amistad, el amor. ¿Cómo lograr que pare sin violencia y sin engaño? Es como si necesitáramos del recurso “Deux ex machina” que usaban los dramaturgos griegos. Consistía en agregar en forma extraordinaria al final de la obra la intervención de lo fantástico de manera arbitraria para resolver todos los conflictos al antojo de su escritor. Esta resolución extraordinaria y caprichosa describe nuestra condición humana, queremos finales felices, al menos desde nuestro punto de vista. Love es una metáfora del olvido. Si algo valioso hemos perdido es la memoria. Ya dejamos atrás el mundo de la infancia, de la adolescencia, como si se tratara de un error al que hay que sortear, incluso de un virus que enferma la cordura. Nos creemos tan maduros en la madurez, tan superados que vemos aquel tiempo como un escollo bien resuelto. Es probable que muchos lo perciban así y es válido. ¿Cómo paramos a tomar un descanso, una pausa para mejorar la calidad de vida? No podemos.

Eubank toma en serio a la ciencia ficción y la usa como un recurso potente al servicio de la poesía, en función de un nuevo descubrimiento: que no somos nada si estamos solos. Ya el gran filósofo argentino Jaime Barylko parafraseaba la máxima cartesiana de esta manera: “Ahora debemos decir: Pienso, por lo tanto existes”.  El otro como espejo, como resignificación de que estamos vivos. Y ¿vivos para qué? Deberá ser para algo, como la libertad, como el amor. Esta película es un laberinto que nos confronta con la fragilidad de la condición humana. ¿Cuántas veces, en la complejidad de la vida, en los tantos túneles miserables que terminamos reptando no nos ha sucedido la intervención de un “Deux ex machina”? Papá, mamá o un hermano, o los amigos, o un extraño rescatándonos de nuestros laberintos. Quizás todo esto suene a locura, a panfleto barato de antiguas utopías descafeinadas, puede ser. No más locura que envestirse en el gran comercio de nosotros mismos, bajo la tendenciosa forma del beneficio y el confort. Ojalá sepamos disfrutar el producto de tantas concesiones. ¿Y cuándo parar? Porque todo nos dice que parar es morir, que hay que sacrificarse, que trabajo es salud y dignifica, y que si no cuesta no es trabajo y la gota gorda. ¿Y si nos han engañado?

No había pensado en el título de esta extraña película. ¿Amor? ¿Qué querrá decir esta palabra manoseada y trillada hasta el hartazgo? ¿Será lo mismo el amor de Quevedo que el de Oscar Wilde? ¿El de Goethe que el de el Marques de Sade? ¿A qué amor se refiere? Quizás quiera significar la electricidad que producen las conexiones en cada relación con los otros y con nosotros en la intimidad del ser. Esa energía que nos recorre y nos mejora. Trastorna la razón y el entendimiento y nos eleva a nuevas experiencias meta preceptuales, porque hasta se “desequilibran” los sentidos. Amor de la conexión con el mundo y con nuestro self (uno mismo) ¿Y por qué amor como título? Porque ya no significa nada. ¿Amor y qué más? No nos mueve, solo parece interesarnos lo que cambia, lo nuevo, lo fácil, lo rápido, lo líquido. Amor esencia que trasciende y transcurre como el estado de los estados no cotiza en ningún mercado terrestre. Quieren contarnos historias de amor al contado, directas, sangre y arena, el dolor de saberse vivos para algo, locura de la mente y de los cálculos que no cierran. Encadenados a la sombra de una cueva, atados al palo mayor con los oídos acerados, encerrados en el lenguaje ajeno de un país extraño, sobornado por la vejez y la petrificación de los huesos, así y solo así sabemos parar. Parar para ver mejor, para resignificar los olores, el ahora mismo, los otros que nos permiten existir. Colisionan estas personas constantemente con nuestra vida y lo absorbemos con malicia, como una amenaza, pero eran oportunidades, brillantes puntos de encuentro. Nos hemos acostumbrado a borrar esos accidentes. Nos instruyeron para ver adelante y no a los costados. 

Se me ocurre que la fina y delicada conexión que tenemos con los otros es lo que nos salva de creernos dioses, y quizás lo seamos, y tal vez el universo se postre a nuestros pies. Pienso que, antes de todo eso, es necesario volverse a las emociones, al mundo interior, que es la única versión que entendemos de nosotros mismos. Que curioso, siempre estuvo ahí.
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Marcelo Meza - 2012