viernes, 16 de noviembre de 2012

Antes del retumbe




Antes de golpear la cacerola vacía,
interesante golpear la puerta del compartir.
Poner el mantel de la amistad, saborear la confianza,
la dignidad empobrecida.
Antes de golpear la cacerola del descontento,
necesario abrazar los derechos
y las obligaciones también, como
hermanados por la tierra,

por el mismo aire y caldo, por el sabor argento.
Me gustaría que antes que retumben las ollas olvidadas
nos miráramos a los ojos para aprender a aceptarnos
y a perdonarnos de una vez por todas.
Digo, que las cacerolas no deben callarse si el pueblo así lo siente,
y que nunca olvide que también hay otras hambres de hombre,
hambres de confianza,
del desarrollo del amor en todas sus formas.
Que hay motivos de enojo y de furia para reclamarnos el asombro perdido,
el abrazo sin peaje,
la gauchada infinita que nos define,
y de tan nuestra se ha ido asustada por la seca miseria.
Que somos nosotros los responsables de la sonrisa y del escarnio.
Imagino un gran cacerolazo del corazón y del entusiasmo,
que renueve la fe y los postergados sueños.
Porque tanto ruido expresado ha de tener mayor elocuencia
que la justificación de meras mezquindades.
Que resuene el pecho si es que nos hemos equivocado,
que se vayan las culpas y elevemos el compromiso de cuidarnos,
de cuidarnos y cuidar al otro que es mío,
es familia, vecino del bosque.
Hasta que no nos enternezcamos de vernos a los ojos
llamándonos por el nombre,
que bajen los dedos índices,
que se vuelvan a nosotros mismos.
Una sociedad sin autocrítica es una familia alienada.
 
Marcelo Meza - nov 2012

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