sábado, 12 de julio de 2008

Dr. House no se admite - Por Marcelo Meza

Dr. House no se admite – PARTE I

Médico de cabecera

Hay poco médicos Gregory’s House. Pertenecen a una raza inconformista y rebelde que han hecho historia. Aún así, cada tanto el país da el suyo propio. Ellos están. Nadie los ve. Ellos procuran esconderse. Nadie los entiende. Son locos. Están solos. Nosotros tuvimos y tenemos unos cuantos, y de los mejores de la especie, cuestión que dejaremos para más adelante.

El Dr. House es arrogante y a veces ligeramente necio. Desafiante e insolente, dando la sensación de que no respeta la autoridad (hay varios capítulos donde se manifiesta, inclusive, contrincante de Dios) En realidad a él no le importa nada, ni siquiera sus pacientes, o le moleste lo mediocre – existe una lucha entre “casos” y vida humana vs. Pacientes -, tal vez, lo que aparenta darle gozo y placer, sea simplemente, salirse con la suya. Provocar con filoso sarcasmo, pero por sobre todo, por saberse con la autoridad de la experiencia y el conocimiento agudo de su profesión. Allí, donde otros abandonan, él persistirá hasta llegar al final del misterio. Hace, a lo que todos los potenciales pacientes nos encanta de un “Dr.”, magia, o al menos un intento de vestirse de superman cuando renuncia a su turno quedándose noches enteras dilucidando intrincadas sintomatologías. Si, es algo irreal, pero lo creemos. La serie nos muestra que vive más en el hospital-clínica que en su casa. Sabemos que es músico, que le gusta el rock. Que se moviliza en moto. Que es un seductor. Sin embargo, casi no tiene vida propia.

A veces, se va y deja a su equipo “colgado” y vuelve por la mañana con una solución. Porque el Dr. House no trabaja solo, lo hace en equipo. Por más hondo que les duela en su idiosincrasia yanki, está ejerciendo un sistema social, trabajo de equipo. Ruptura anti individualista que va en contra de esa mala costumbre de bajada de línea que tienen las series estadounidenses al simplificar su propia sociedad en “Perdedores” y “ganadores”. No hay dudas donde pertenece House. Resulta complejo analizarlo en su vida personal. Esa ambigüedad humaniza al súper héroe y por eso nos gusta más que sus antecesores que nos vendieron en estos últimos treinta años. Doctores de plástico que a nadie convencían.

Aunque existe una respetable y bella directora, festejada por su fina y brutal seducción, su equipo lo maneja a su antojo, forzándolo a pensar vez tras vez. La directora es tanto o más inteligente que House, también sabe manejar los hilos de sus libertades. Hacen buen equipo. Ella acudirá (Sic. Cudy) antes que las papas quemen.

Recuerdo “ER Emergencias”, aquella serie de los ’90. Había un director de la típica clínica privada con su correspondiente comisión consultiva, la que en casi todos los capítulos ocupaba un momento de la trama con fastidiosas reuniones administrativas, tratando de destrabar contiendas, accidentes, mala praxis o cualquier problema que perjudicara las arcas de la empresa. El asunto es que esas demandas o juicios, con cifras impensadas, que allí eran moneda corriente, parece que en House están un poco relegadas o rallentadas por la bella Dra. Cudy. Poco y casi nada se trata cuando un paciente no tiene cobertura social. (Ver Sicko, de Michael Moore)

House trata muy mal a su equipo. Médicos calificados que pasaron “la prueba House”, esto es: el que haya sobresalido en agilidad mental y sea simple aspirante a genio, posea paciencia de acero y un alto grado de adaptabilidad. Ese es aspirante a estar junto al maestro.

House es rengo. Razón por la cual lo hace un discapacitado. La maldad nacional (mejor dicho de Buenos Aires) no se anda con pequeñeces. Acá a los rengo los llamamos rengos de mierda. Cuando nos referimos a un rengo no se nos ocurre pronunciarlo a secas. Así como a los gordos, negros, adolescentes, militares, homosexuales y gay, a los mentirosos y a los viejos y pelados; se prefiere adjudicárseles el calificativo “de mierda”. Todo el que es diferente será marcado de esta manera. House es un rengo de mierda, aunque ahora se esfuerzan por llamarlos incapacitados motores, claro que capacitan y con creces, como House, solo son rengos, claro, de mierda. Los rengos tiene mala fama de ser jodidos y ese es uno de los argumentos menos inocentes del personaje.

También es adicto al Vicodin o Vicodina, droga que toma para el dolor. Un problema muy común entre médicos. Por un lado la automedicación. Por el otro, ser negados como pacientes, arrogantes hasta desfallecer. Chiste que le trajo aparejado muchísimos problemas tanto por su renguera como por su adicción descontrolada.

El hombre House sabe que sin su máscara y armadura es tan vulnerable como cualquier mortal. En el capítulo (15, IV temporada) en donde él alucina por sobredosis tratando de recordar un accidente que podía salvar a alguien, en la alucinación, ve a su directora Cudy. Como es conciente de su estado le ordena a la alucinación a que se vista de colegiala. La alucinación Cudy se rebela y le dice que afuera hay alguien que muere y el prefiere jugar con fantasías eróticas. Él insiste que se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Mientras ella juega con el caño y se va desvistiendo discuten posibles soluciones médicas. En la mejor parte, cuando estaba apunto de mostrar toda su piel desnuda, se vuelve a vestir y el Dr. se enoja con la alucinación, no comprende porque se detuvo. Ella resume. No hay caso –dice - lo excita más lidiar con síntomas que con fantasías sexuales. Eso es House, también, un adicto al trabajo.

Tiene pocos amigos, uno muy entrañable. El Dr. Wilson. Es el personaje Don Juan de la serie. Suele ser el alter ego del rengo genial. House es la antítesis del Dr. antiguo de televisión que no se comprometía con nada. La misma distancia entre nuestro Favaloro y los que se venden al mejor postor. Sin dudas el Dr. Favaloro es nuestro Doctor de cabecera, nuestro House en la vida real. A Don René Favaloro lo mataron la administración y la barbarie. Para los amigos de los países vecinos y para los que no conocen la carrera del alma mater de la Fundación que lleva su nombre, es ilustrativo contarles brevemente la importancia de su obra. La carta de despedida nos decía porqué se quitaría la vida, rompiéndose el corazón con la bala que el mismo disparara. Si revisamos la historia de la medicina y la ciencia en la republica argentina no será difícil descubrir el poco apoyo al desarrollo con lo que los prohombres de la salud han tenido que lidiar. El Dr. Favaloro quedó solo en su lucha, en una indiferencia que da vergüenza ajena. Bautista moderno que luchara una causa perdida. Solo ve a la muerte como una salida aceptable. Lo agobian las deudas que ascienden los 18 millones de dólares. Soporta semejante carga un valuarte de la nación, multipremiado en el exterior como en el país, solo por ser honesto, por tener ética y defender los valores de sus mayores. Favaloro no se vendió aunque le haya pedido ayuda a su amigo el presidente de turno. Invito a mis contemporáneos a revisar la biografía de René Favaloro, este gran médico nuestro y de la humanidad, uno de tantos.

House también se encuentra solo. Es insoportable vivir con un genio.

Lo que las sociedades modernas no pueden soportar es a los genios que genera. Suelen despegarse demasiado de los del medio. Ya lo decía José Ingenieros en su libro El Hombre mediocre. Lo que resulta aún más que intolerable es cuando ese mismo genio se destaca como polifacético. Demasiada carga para los comunes es lidiar con tan altos exponentes como para permitir que brillen en todo. Algo han de coartarle. Síntomas de los tiempos.

El Dr. House lleva el sarcasmo hasta el patio de la ironía. Es humanista, demencialmente humanista. Insolente hasta con sus superiores y cruel con sus pacientes. Nos ha ganado una agria simpatía porque pertenece a una estirpe de la idoneidad, del que posee el poder del conocimiento. Admiramos su paciencia, su lírica. Aplaudimos su talento. El House de la ficción lucha por la verdad y todos ganamos respuestas. El Otro House, el que lucha contra mezquindades reales, se mata de un tiro al corazón, nos deja con preguntas e impotencias.

Aunque House nos escupa en la cara nos salvará, o hará todo lo posible en procura de nuestra salud. ¿Qué otra cosa se puede pedir de un médico de cabecera?

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Marcelo Meza – 2008

Recomiendo leer:

Monografía fundamental sobre la serie: “Por qué queremos a House” por Piscitelli

http://www.filosofitis.com.ar/2008/01/20/porque-queremos-tanto-a-dr-house-2/


Biografía del Dr. René Favaloro

http://www.easybuenosairescity.com/biografias/favaloro.htm

http://ar.geocities.com/eduhistorias/Historias/favaloro/favaloro.html

http://www.paralibros.com/jonas/j00732r.htm

carta de su muerte http://www.clarin.com/diario/2000/07/31/s-02802.htm

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