Un mago de la alegría
Porque tener la capacidad de hacer reír, ganado como compinche el ingenio, es un acto de alquimia y fantasía acrobática del alma que rompe fácilmente el dolor y la tristeza, ternura a lo que nos tenía tan mal acostumbrados el querido y admirado Roberto Fontanarrosa, por todo eso es que lo nombro mago de la alegría.
Por ser Bonaerenses lo llamamos argentino con letras grandes pero solo porque nació en otra provincia que no es Buenos Aires, rompiendo por enésima vez aquello de la oficina de Dios en la rosada. Mejor. Porque nos lo dió la muy querida Santa fe y más precisamente: Rosario; cuna de artistas y grandes músicos que no dejan de sorprender al mundo con su nivel y alta sensibilidad.
Entonces, señoras y señores, qué importa eso, él es como de la casa, es el amigo de la familia, más que argentino entonces. Ese que los domingos nos regala carcajadas y quizás, entre semana, por error - en alguna revista de las viejas o de las nuevas que eran viejas -, asomando su nariz detrás de sus queridos personajes, nos liquide una lágrima de esas profundas, como las que caen mientras está el sol. Es y será siempre el tío macanudo, aliado nuestro - a pesar - de los que somos, por falta de habilidad o por descuido, célebres "patas duras" en el arte del fobal, remisión a manera de guiño en cada uno de sus cuentos terrestres que nos han invitado a jugar, a nosotros: que no podemos ni meterla en contra. Sólo por esa complicidad vale sentirlo nuestro, gritando cada uno de sus golazos con la tinta y el papel, hasta desgarrarnos la garganta, con la misma pasión de la victoria o el digno silencio de la derrota.
Nos ha enseñado bien, a reír ante todo, soñando que el mejor de los sueños es esto que logramos ser, porque después de todo, este asunto del humor es cosa seria y vaya que se lo ha tomado así. Cariño grande nos ha convidado don Roberto, acompañando nuestras vidas en el transcurso inevitable del crecimiento, en las buenas y en las malas, como los amigos y sin reprocharnos nada, salvo cuando nos poníamos serios "al cuete".
Que Don inodoro Pereyra y el mendieta no son fortuitos y mucho menos aquel Boogie el aceitoso. Que cada una de sus historias nos pintaron a nosotros y a cada uno, y qué bien pintados, que colores puros teníamos en su pluma. Ahora que se fue de gira a tomar mate con Oesterheld, dibujando "clementes" accidentales o "Matías" fortuitos a pedido de admiradoras sospechosas, seguramente nos seguirá regalando su sonrisa canalla, su pasión por la risa y la alegría que tenemos y a veces se nos cae desprestigiada por el peso de mil ceños fruncidos y otros territorios ocultos; caras largas como las colas para pagar y todo aquello que hace que la argentina sea lo que es y nos robe el humor por varias horas.
Digo, que el humor de él es el carnaval de la risa y, por lo tanto, de la alegría. Ya que, grises como somos los de la ciudad, será posible que nos olvidemos un poco de los gruñidos para pasar la pelota de carcajada en carcajada, compartiendo, en ronda de amigos y de compañeros y de los que amamos su modo de ver la vida. Al fin de cuenta, Roberto Fontanarrosa no solo le hacía cosquillas a la risa sino que es lindo pensar que desde su querido Rosario haya inventado con su magia el humor, con el pase corto, la cabeza en alto y el puntinazo directo al corazón.
Con toda admiración y respeto
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Marcelo Meza – 20 de julio de 2007 – Buenos Aires, Argentina
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Marcelo Meza – 20 de julio de 2007 – Buenos Aires, Argentina
Sitio oficial de Roberto Fontanarrosa 26 de noviembre de 1944 - 19 de julio de 2007 - Rosario.
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