domingo, 22 de abril de 2007

Abracémonos - es un deseo de Marcelo Meza para todos sus amigos

Abrazos

Un abrazo es un animalito que no pesa nada.
No se paga con tarjeta de crédito pero es tan caro que ni todos los rinocerontes del norte pueden negártelo porque son tus alas que supiste conseguir.
Abrazamos cuando somos libres y cuando tenemos miedo, o cuando nos perdimos.
Y de eso se trata. Quizás estemos un poco perdidos.
Nos hemos olvidado de abrazar porque nos enseñaron la vergüenza.
Y es un buen impostor de la modestia, siendo buen repelente de ese virus que anda por ahí llamado amor.
Sentimos, a veces, una sensación de abrazar a los que amamos pero después algo nos detiene.
Abrir los brazos es todo un logro. Lo peligroso es abrazar. Se chocan los pechos, se siente el olor
del otro, hay en esa acción una sustancia extraña de universo y la aventura son sólo unos segundos de ruido humano. Ese ruido es bueno, el ruido de huesos, sangre y tendones.
Te digo que es lo mejor que nos puede pasar antes que venga la noche.
Porque la noche va a llegar aunque no hayamos abrazado lo suficiente.
No somos todos iguales, es cierto. Quizás de eso se trate, de ser cada uno como sea, en tanto y en cuanto el abrazo perejil de uno sea el ajo tan sabroso de otro.
Abracemos luz, ninguno, estrellas fugaces. Abracemos media luna y submarino de chocolate.
Abracémonos un día sin pensar que estamos abrazando, porque sí. Porque podemos,
porque lo necesitamos, porque es lindo saber que uno existe, que existimos a partir del abrazo.
Al fin y al cabo, de qué se trata un abrazo si no de juntar las manos con otro-mundo, otro-sueño,
distancia, que me enseña el latido del hombre y me abraza de las manos de nuevo por el camino del principio y volver a nacer, abrazado.
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Marcelo Meza - © 2007

Si querés hacé clic abajo - Es un buen ejemplo real del tema tratado
http://www.freehugscampaign.org/



La función del arte

1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayúdame a mirar!

http://www.sololiteratura.com/gal/indlibrodelosabrazos.htm